lunes, 29 de noviembre de 2010

Un fantasma recorre la FIL Guadalajara, el fantasma de Monkyvais

Monsiváis: homenaje póstumo para el que sigue vivo

Carlos Monsiváis era como mil personas, como cinco grandes escritores en un podio, como niños llorando en la sala. Así se recordó a uno de los pilares de la literatura mexicana que murió este año.

Como cada año, veinte minutos antes de que empezara cualquier evento en el que fuera a presentarse Carlos Monsiváis, el Auditorio Juan Rulfo de la 24 Feria Internacional del Libro en Guadalajara estaba repleto. ¿Unas mil personas? Tal vez. O será que cuando la gente anhela ver algo con tantas ganas, su ánimo se expande y se multiplica. Este domingo, amigos, familiares y seguidores de Monsiváis le rindieron un homenaje a su manera: entre carcajadas.
Los escritores Sergio Pitol, Braulio Peralta, Rolando Cordera y Margo Glantz, quien este año recibió el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, se reunieron para recordar a su amigo, pero, sobre todo, para intentar replicar las prácticas de protesta y denuncia a los que el autor acostumbró a su público.
Nubia Macías, directora general de la FIL, se deslindó de cualquier sentimiento de tristeza: “Yo he visto ya la Feria. He andado por sus pasillos y he visto a Carlos. Lo he visto en gente que busca ensimismada en los stands libros, raros especímenes que no tenía; lo he visto cuando la gente saluda a un escritor y escritoras como a una estrella de rock. Lo he visto en el programa. Hay un libro suyo que se presenta el viernes y un par más que llevan su nombre. Pero sobre todo, lo veo en el rostro de cada uno de ustedes”.
El escritor Braulio Peralta lo trajo en un concentrado. A partir de una eficaz selección de aforismos mostró al Monsiváis que se pone codo a codo con autores como Georg Christoph Lichtenberg, Oscar Wilde, Paul Valéry y cualquier cantidad de indeseables entre los fanáticos ultraderechistas. El texto de Rolando Cordera, que leyó Francisco Gómez Ruiz, también evocó a su propio Monsiváis, al que definió como “cronista sin reposo, crítico implacable, panóptico, fustigador de los oxímoron que cotidianamente nos asesta el panorama político y social de México”.
La disposición de la gente para divertirse era tal que hasta una de esas ridículas danzas de micrófonos que los nervios representan en la mesa de los presentadores, arrancaba risas. La voz de Monsiváis se escuchaba entre la sorna. La multitud estaba lista para escuchar a Sergio Pitol. El único de la mesa que llevaba color en la ropa. Pareciera que fue vestido para la ocasión: bien preparado para lanzar consignas en la calle de un anecdotario frente a cientos de espectadores.
Recordó que lo conoció en 1953. “Monsiváis fue, sobre todo, nuestra conciencia común más lúcida y penetrante”, afirmó Pitol. Carpentier, Machado, Poe, Quevedo, Garcilaso, Velarde, Gorostiza, Pellicer, José Carlos Becerra… todos ellos fueron desfilando por la luminosa pasarela que Pitol iba tejiendo con sus anécdotas, esquivando algunas piedritas que la edad y la vida han dejado en su dicción, un poco entrecortada a veces. Justo enfrente de Margo Glantz, un hombre canoso de tirantes azules y camiseta gris cuidaba una sonrisa que como un tigre merodeaba en su rostro.
Glantz esperaba tener un encuentro futuro en el paraíso, y así tituló su texto. O era un chiste. O era ambos. La gente casi no paró de reír. Habló de los gustos musicales de Monsiváis, de que nunca lloró en público, de lo rejego que era (como los gatos) para recibir cariño. Pero, ante todo, ese texto fue un sentidísimo manifiesto de que Carlos Monsiváis sigue vivo y que, según la autora “allá arriba estará redactando el prólogo de la Biblia”.

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