miércoles, 17 de noviembre de 2010

Historia cultural del pene


Historia cultural del pene
Juan Pablo García Vallejo
* Símbolo de procreación, de poder y perversión
**Su iconografía está en todas las culturas
*** Onán no fue aficionado a la masturbación
**** Antes daba mucha pena hablar del pene


Ciudad de México a 16 de noviembre de 2010.- Con el fin de las ideologías y el fin de la historia centrada en la política y la economía, ahora se abre una nueva etapa en las investigaciones históricas para dar paso a la historia de las cosas.
Y una de estas cosas ha sido el cuerpo humano, o partes especificas del mismo, como nos lo ha enseñado la poesía o las canciones populares del radio, centrándonos no solo en la genitalidad de la sexualidad o las enfermedades, sino su aspecto simbólico e iconográfico de distintas partes corporales a lo largo de la evolución social de la humanidad. Tal es el caso del pene o falo masculino.
Una parte del cuerpo que no siempre ha sido adorada como se cree la mayoría de la gente, cuando habla de falocracia o falogocentrismo, sino demonizada y discriminada socialmente, pero ahora es adorada por gays y por las mujeres caza orgasmos y caza semen, para embarazarse y cumplir sus anhelos maternales, olvidándose por completo del padre de sus hijos pero no de la beca estatal a madres solteras, algo que ya se hacía en los albores del capitalismo cuando las mujeres salieron al mercado de trabajo. Cosa que casi siempre se olvida y se cree que es una bondad de populistas mesiánicos actuales.
Es la Una historia cultural del pene escrito por el periodista David, M. Friedman, publicado por la Editorial Océano, en su colección Para estar en el mundo, un libro muy bien documentado y que cuenta con muchas ilustraciones que refuerzas la investigación histórico-cultural.
Antes hablar del pene o falo era una cosa que daba mucha pena a todo el mundo, solo era tratado como tal por personas de amplio criterio o de preferencia sexual particular, pero actualmente se habla de esta parte del cuerpo de forma común y corriente.
El pene fue en los albores de la civilización primero una herramienta de procreación; luego durante el imperio grecorromano como un símbolo de poder de ahí proviene la falocracia como forma de gobierno; durante el cristianismo se le satanizo al considerarlo instrumento del Diablo y juguete preferido de las brujas en sus aquelarres o en encuentros con los íncubos masculinos y los súcubos femeninos, otras manifestaciones etereras del demonio.
Y ya en la modernidad en Occidente se crea el mito mandinga, una etnia africana, porque la convivencia de razas ha formando prejuicios culturales entre estas para desacreditar y estigmatizar a los negros, no solo al considerarlos inferiores sino acercarlos a las bestias, a los orangutanes, sino por adjudicarles una característica única, contar con un falo más grande que el hombre blanco u occidental, ser macrofálico.
Y es esta misma ventaja corporal pronto se vuelve en contra suya, en una gran desventaja, pasando del terreno puramente antropológico y evolucionistas a la arena criminal cuando a los negros en Norteamérica se les considera una amenaza peligrosa para las mujeres blancas, a quienes se protegía de ser violadas por los bestias negras macrofalicas.
Siendo en la ola de linchamientos en los estados sureños de los Estados Unidos contra estos durante el siglo XIX, que se les cortaba el pene como castigo máximo al considerarlo una castración ritual, aunque ya estuvieran muertos, ahorcados, descuartizados a golpes por multitudes de blancos iracundos.
La historia cultural del pene que nos ofrece Friedman le fue posible escribirla por su experiencia como ensayista y periodista, algo que le amplia su conocimiento y le permite rebasar la parcialidad y prejuicios de las disciplinas científicas. Una obra muy recomendable para entender la sociedad en que vivimos.
En Historia del pene también se derrumban mitos populares como que Onán es el padre de la masturbación, cuando lo se confundió la auto estimulación con el coito interruptus, porque Friedman documenta que fue el dio egipcio Atum, quien creó no solo el universo entero sino lo que ahora conócenos como la manogamia, muy practicada por los adolescentes: “Mi puño se convirtió en mi cónyuge. Copulé con la mano”.
O porque las mamás le llaman pájaro a los genitales de sus bebés, imagen que fue creada en Grecia al ponerle a una escultura fálica alas y llamarlo el ave falo.
Y no esta demás decir que la palabra fascinación proviene de la erección del falo, no del ambiente de la moda y sus constantes creaciones mercadotécnicas, así que en adelante cuidémonos de decir fascinante porque estaremos admirando cualidades fálicas de forma inconsciente en las personas, cosas o acontecimientos.
Otro mito popular en hombre y mujeres, adolecentes o maduros y viejos, es considerar que “entre más grande mejor”, cuando en Grecia consideraban todo lo contrario, creían que los penes pequeños eran la mejor herramienta para procrear. Por eso sus esculturas tienen penes reducidos, como el de David o cualquier otra estatua griega masculina.
Y también se descubren oficios desconocidos, por muchos anhelados como el de trabajar de desflorador de mujeres recién casadas, porque en el antiguo egipcio se tenía la creencia de que la sangre de la mujer producía enfermedades y por esos los esposos evitaban su contacto y contrataba a etíopes para que desvirgaran a las jóvenes esposas. Esto ya no nos parece nada extraño cuando hay en las prisiones mexicanas solicitudes de hombres que alquilen sus servicios sexuales a las presas.
Una obra recomendada para padres de familia que están siendo rebasados por sus niños quienes descubren prematuramente que sus progenitores son unos zombis culturales porque no saben nada de nada, para maestros de escuela, educadores sexuales, para activistas de la diversa que solo piensan en divertirse en sexo y pro supuestos para estudiantes de artes e iconografía histórica.

Friedman, David M.
Una historia cultural del pene
Editorial Océano, Col. Para estar en el mundo, México, 2010, 360 pp.

1 comentario:

Dalí dijo...

Que mala reseña amigo, deberías de ser un poco más cauto en tus comentarios, para no caer en tantos prejuicios poco admisibles en un ámbito académico.