lunes, 16 de agosto de 2010

Las pruebas de Monsi

Mónica Mansour


(Casa Refugio Citlaltepetl) Después de leerlo, escucharlo, coincidir con él en alguna cena o reunión, reírme a mis anchas y, de paso, admirar y temer un poco su ironía, conocí a Carlos Monsiváis en un viaje hace unos veinte años. Huyendo de solemnidades y de infinitos discursos que repartían honores para un lado y para otro, nos encontramos los dos vagando por las calles de Roma y, sin mayor trámite, empezamos a vagar juntos.

Muy pronto, creo que ni siquiera una cuadra había pasado, cuando, después de dos o tres comentarios sin mucha importancia sobre los amigos en común, Monsi tomó el mando supremo de la conversación. No podía ser de otro modo: dos tímidos e inseguros encontrados al azar en una calle de Roma, él con muchos recursos de conversación, yo casi ninguno. Y empezó a hablar de cine, uno de sus múltiples temas consentidos. Bueno, no exactamente a hablar de cine, sino más bien a mencionar una que otra película de los cuarentas y los cincuentas y a hacerse el olvidadizo y, como quien no quiere la cosa, a preguntarme quién era el director, o el cinematógrafo o la actriz o el actor principales o secundarios. Desde luego, esa era una plática que él podía tener muy fructuosa y profusamente con otros cinéfilos como Margo o Sergio Pitol, y que me tocó escuchar en varias ocasiones. Pero, desde luego, no conmigo. Era evidente que Monsi – disfrutando de uno de sus pasatiempos preferidos – me estaba poniendo a prueba, como solía hacer con la gente que no era su cómplice. Y, la verdad, yo no estaba ni nunca he estado para esa clase de pruebas... Cuando se estaba terminando la primera cuadra de nuestro vagabundeo, tuve que aclararle que su intención, con fines divertidos o perversos, carecía de todo sentido: era una empresa totalmente inútil.

Ya para la segunda cuadra estábamos platicando, comentando y chismeando sobre otras cosas y muertos de la risa. Allí nos empezamos a hacer amigos y Carlos, tierno y mordaz como era, ya no me volvió a poner pruebas, sólo una que otra zancadilla que ni a raspón llegó.

No hay comentarios: