viernes, 8 de julio de 2011

El sexo puede causar adicción

Karina Galarza Vásquez

Las personas que sufren dependencia sexual son etiquetadas como pervertidos o degenerados. Sin embargo, opinan los sexólogos, quienes padecen este problema son individuos que no han aprendido a enfrentar las adversidades cotidianos e intentan aliviar su estrés.

Invasión constante y obsesiva de pensamientos eróticos y necesidad imperiosa de tener contacto sexual varias veces al día, sin tomar en cuenta los riesgos de esta conducta, son las manifestaciones habituales que experimentan personas con adicción al sexo.

“Hay que ser cuidadosos al usar el concepto ‘adicción al sexo’, pues existe el riesgo de caer en generalizaciones. En este sentido, es necesario diferenciarla del deseo sexual, que es una fuerza motivacional y una expresión corporal”, refiere el Dr. David Barrios Martínez, director de Caleidoscopía, espacio de cultura, terapia y salud sexual.

Lo que permite distinguir entre apetito sexual normal y adicción es que, durante al menos los últimos seis meses, el individuo recurre a ciertas conductas sexuales o tiene fantasías que le incapacitan y deterioran la capacidad de relacionarse y de construir vínculos significativos.

Al respecto, Libe Oldak, terapeuta de pareja, comenta que las consecuencias de tal alteración incluyen problemas económicos, laborales y familiares, además de disolución de relaciones amorosas, ansiedad y depresión. “Se debe tener presente que la sexualidad forma parte natural del ser humano, pero cuando se convierte en prioridad provoca interferencias en la vida y causa profunda tensión, arrepentimiento y culpa”.

Insaciables
Diferentes nombres han sido utilizados para hacer referencia a la alteración que nos ocupa, y van desde ninfomanía y satiriasis hasta parafilias (perversiones), desórdenes en el control de los impulsos, comportamiento sexual compulsivo y adicción sexual.

El término ninfomanía, empleado para las mujeres, proviene de los vocablos griegos nymp líe (muchacha) y monia (locura o manía). Como dato curioso, cabe señalar que la mitología de aquella cultura clásica hace mención de las ninfas, que eran deidades del bosque a las que les gustaban los placeres del amor.

De manera análoga, en el caso de los hombres se utilizan los términos satiriasis, andromanía o donjuanismo; no obstante, existen claras diferencias para un género y otro que van más allá de las palabras, pues mientras que la exaltación excesiva del deseo sexual se considera enfermedad en el caso de las mujeres, en los varones no siempre recibe igual calificativo, debido a la ideología machista que sostiene que ellos pueden tener varias parejas sexuales sin ser mal vistos.

De acuerdo con el sexólogo Luis Perelman, miembro de la Asociación Mundial de Sexología y codirector de la librería El armario abierto, “los términos ninfomanía y andromanía o satiriasis ya no se utilizan en la actualidad. Se crearon en el siglo XVIII, época en que se negaba que las mujeres pudieran experimentar placer y, en consecuencia, aquellas que gozaban su sexualidad eran consideradas prostitutas, brujas o enfermas, pues incluso se les recluía en manicomios”.

Por otra parte, debemos señalar que contrariamente a lo que pudiera pensarse, “en la adicción al sexo no necesariamente hay placer, pues lo que se busca es obtener alivio, controlar la ansiedad y calmar las ganas”, afirma la Dra. Rinna Riesenfeld, sexóloga y codirectora de El armario abierto.

Ambos especialistas coinciden en definir esta adicción como una condición o enfermedad psicoemocional con repercusiones en lo físico, y en la que nunca hay suficiente sexo. Es una excitación desesperante, una urgente necesidad del individuo de “explotar”, descargar toda la tensión o energía provocada regularmente por ansiedad, estrés, situaciones de la vida, represión sexual y baja autoestima.

En este contexto, es importante resaltar que “al definir el comportamiento sexual adictivo no sólo debe enfatizarse la extraordinaria frecuencia de la actividad sexual o la capacidad de reemplazar un compañero por otro (generalmente uno o más por día, durante períodos alternantes), sino que también se debe destacar la función de ‘automedicación psicológica’ de dicho comportamiento, dirigido a lograr el alivio de la depresión y la incapacidad de disfrutar”, según explica el médico estadounidense Wayne A. Myers, quien se desempeña como profesor clínico de Psiquiatría del Centro Médico de la Universidad de Cornell y es analista didacta y supervisor del Centro de Formación e Investigación Psicoanalítica de la Universidad de Columbia.

¿Tengo la adicción?
Si bien no existe medición o clasificación del problema que nos ocupa debido a que todas las personas son diferentes, de acuerdo con el Dr. Luis Perelman es posible percibir que se es adicto al sexo a través de las siguientes situaciones:

•Al volverse dependiente de la compulsión y el deseo de coito (no necesariamente de experimentar un orgasmo).
•Cuando se perjudica la vida anteponiendo el sexo a actividades como comer, dormir, trabajar o hacer otras cosas importantes.
•En caso de apegarse al perfil de los sexoadictos, que consiste en actitudes como promiscuidad acentuada, exhibicionismo, voyerismo incontrolable y pasar de la fantasía al acto, perjudicando a otras personas.
Las personas adictas al sexo no son grandes conquistadores, “pues no siempre tienen muchas relaciones sexuales con muchas personas diferentes; la mayoría recurre a la masturbación para calmar su ansiedad, ya que no siempre les resulta fácil encontrar a alguien para saciar su impulso”, resalta la Dra. Riesenfeld.

Y ahora ¿qué hago?
Lo primero que se recomienda es aceptar el problema, que el comportamiento sexual genera malestar con la pareja y, por supuesto, que ya no se tiene el control. Una vez que la persona reconoce su situación puede apreciar qué le está pasando, a partir de su autoconcepto, identidad y capacidad de enfrentar los problemas de otra manera.

El abordaje será distinto al de otras adicciones porque “las sustancias externas al organismo que proveen placer transitorio (drogas) son agentes que se integran al cuerpo; en cambio, la sexualidad y el erotismo son inherentes a la persona, forman parte de su cuerpo. Algunos adictólogos plantean que la administración de inhibidores del deseo sexual sirven para controlar el problema, pero no estoy de acuerdo porque lo considero como amputar a un ser humano”, advierte el Dr. Barrios Martínez.

Cuando una persona llega a psicoterapia con inadecuación, culpa o estigma porque le han dicho que tiene adicción al sexo, se favorece la autoexploración, es decir, que la persona identifique entre su verdad interior y exterior. Al mismo tiempo, se fomenta que el individuo adopte nuevos significados (resignifique) y establezca límites entre lo que puede seguir haciendo y lo que decide limitar.

Así, cuando la persona, ya carente de culpa, dice: “es mi necesidad, voy a buscar el mayor disfrute”, entonces atiende a sus propias necesidades y no a las del resto del mundo.

Durante la terapia también se promueve la responsable toma de decisiones. Hay individuos con una vida desorganizada que van perdiendo eficiencia en el trabajo, escuela o familia. Aquí se recomienda que los afectados consideren privilegiar la calidad sobre la cantidad; quizás no dejen de tener varias parejas, pero no buscarán con desesperación encuentros sexuales fortuitos.

Nos resta decirle que si el deseo incontrolable por las relaciones eróticas ha llegado al grado de impedirle realizar sus actividades diarias de manera eficiente y le ha ocasionado problemas con quienes le rodean, es tiempo de que acuda con especialistas en Sexología, Terapia de Pareja y/o Psicología para que pueda tener una vida sexual sana.

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